El garfio de su mano derecha relucía con la luz del sol que entraba por la pequeña ventana de su camarote, el capitán James Garfio sonrío con una al ver su macabra sonrisa reflejada en su garfio, dio unos pasos dentro de su camarote viendo la isla de nunca jamás… El hogar del niño, el hogar de pan.
El odio nublo su mente un segundo, recordó aquella batalla en la que ese molesto niñito le corto su mano para arrojarla al cocodrilo, y solo por que era adulto, un adulto atrapado en un juego de niños, seguro era un pirata, había robado un braco por aquí y otro por haya, pero era solo un trabajo, si lo disfrutaba pero no le hacia daño a demasiada gente.
El estaba para eso, por que si no existiera el que seria de pan? Solo un niño malcriado, por que Garfio estaba allí, el niño era un héroe, y gracias Peter el podía disfrutar de su puesto de villano. Pero era un niñito el que causaba problemas a una persona tan capaz como el, y no lo respetaba mientras para garfio era su archienemigo para pan no era mas que el “pirata de turno” que hacia de nunca jamás un lugar divertido.
Por ahora tenia a la niña con el, Wendy estaba atada al mástil del barco, la carnada perfecta para Peter, por supuesto el le había dado comida y agua (raptar a una niña era mancha suficiente para un caballero, no podía hacerle pasar hambre)… Entonces lo vio a la distancia surgiendo entre las nubes, -- PAN!!—grito, con una voz que sono en algunos lugares del nuestro mundo, saco su espada cortando el aire en dos y chocando con la de Peter… quien le sonrío burlonamente.. –Bacalao, Bacalao—le dijo con una cancioncita burlona el niño al hombre.
Las espadas se golpeaban y causaban chispas, Garfio sonreía por una batalla más, odiaba a Peter Pan pero era sin duda su complemento, la parte que hacia falta, el ying de su yang, y la razón por la cual ambos hacían lo que hacían…