martes, 28 de mayo de 2013

Tu Cuento





Te debo un cuento, estas promesas de escritor no se rompen aun cuando la chica desaparece. Debo empezar diciéndote que voy a mentir, seamos honestos: nuestra historia no es tan interesante, sin embargo esta también es nuestra… o miento es tuya es, mi regalo, mi promesa cumplida, es tu cuento y el día que te provoque me puedes decir si quieres continuar o si es mejor que termine donde está.
            A diferencia de nuestra historia esta no empieza en el León entre cervezas sino una mañana en el metro de la California, si yo sé que no uso el metro en las mañanas para ir a la universidad pero ya que estoy mintiendo me permitiré mentir del todo. Estoy esperando el tren entre bostezos rodeado por la pintoresca fauna animal de Caracas. Estoy trasnochado, me encantaría presumir que me quede hasta tarde escribiendo pero la realidad de esta historia es que me quede viendo televisión, matando mi soledad con repeticiones de los Simpson y algún que otro programa al azar. Mi Ipod está en mis oídos lanzando canciones en aleatorio ahora suena about a girl de Nirvana, desafinado acompaño a Kurt en su petición de compañía.
            Por supuesto que el tren llega, a pesar de que el cansancio y la espera nos hagan sentir lo contrario el tren siempre llega. Para variar consigo una silla vacía, el privilegio de sentarse en el metro suele estar reservado para los ancianos y para aquellos que se montan en las primeras dos estaciones, y para colmo de la fortunas te veo en el otro lado del vagón, sentada dormitando.
            No estas vestida de negro como aquel día cuando nos presentaron, estas de azul oscuro, así me gustas más, tu cabello no está liso esta medio enrulado como lo vi hace unos días en tu foto de Facebook, usas el mismo blue jean y por favor no me preguntes por los zapatos no soy tan detallista ni tan mentiroso, además de seguro me equivocaría.
            Te veo y por supuesto que me mueves el piso, y no solo por el movimiento del tren. Eres hermosa aun en mi mentira y por supuesto empiezo a maquinar que decir mientras el metro se detiene en los Cortijos. Rezo para que no te bajes, no lo haces, sigues allí dormida respirando lentamente mis ojos no se despegan de tu rostro… te dije desde un principio que estaba mintiendo.
            Mientras el metro avanza me tomo el tiempo de fantasear con la realidad, aquella noche esperando a que Viniloversus se montara en tarima, bailando muy cerca rozando nuestros cuerpos. No sé porque mi fantasía incluiría tantos detalles de la realidad pero es mía y puedo hacer con ella lo que quiera.
            En eso la voz del conductor anuncia que estamos en la estación Miranda, las últimas dos estaciones pasaron sin avisar entre mi distracción y la música de mi Ipod, que con ese  extraño sentido del humor que tienen los objetos inanimados no para de lanzarme canciones sobre amor a primera vista.
            Pasamos por Altamira. Estoy tan absorto en mis ideas que no noto como una futura madre entra en el vagón, por suerte alguien más se para darle el puesto. En la realidad te busco en Lugar Común, estas sentada mientras nuestra amiga en común conversas sobre cuentos infantiles, no te lo ha dicho espero pero a veces aun le pregunto por ti, tranquila nunca dice más que un está bien quizás algún comentario de tus notas pero nada de ti.
            La fantasía pasa Chacao y Chacaito, yo me armo de valor y me levanto para hablarte. En eso el tren se detiene tu notas donde estas y te bajas apurada del vagón. Caigo en tu silla y espero a que el metro termine, ya más lento, el recorrido entre Sabana Grande y Plaza Venezuela. Salgo y camino hasta la escuela de Comunicación mi segunda casa que sin embargo no se siente tan reconfortante como en otros días.
            Enciendo un cigarrillo, nunca he fumado en la realidad pero en la mentira ayuda al cierre, pienso en ti sé que ya no existes, decido pensar que no tiene sentido buscarte en la realidad, que ese mensaje nunca llegara para despertarme a la media noche. Pero en la mentira tal vez te vuelva a ver, sentada en un vagón de metro. Y quizás alguna de esas veces me decida a hablarte o aún mejor decida  tomar mi teléfono y escribirte…

sábado, 18 de mayo de 2013

Como Siempre



Entró al edificio y encontró a su amor, sentada donde siempre pero diferente. No era sorpresa, siempre entraba a buscarla al Sambil y siempre era diferente lo importante era conseguirla en su banco. Él iba todo los días a la misma hora a veces estaba allí hoy estaba. Su cabello era rojo y no negro como el día anterior, su piel era más oscura que hace 2 semanas, sus ojos eran amarillos y no negros como hace meses. Por supuesto que era diferente, ese era su juego y sabía que ella lo disfrutaba tanto como el, pues seguía yendo a sentarse en aquel banco, si a veces dudaba y no iba pero al final siempre volvía. Era su estilo particular de amarse.

Por fin ella se paró, él había estado viéndola por un rato. Ella había hablado por teléfono con alguien y se había parado con mala cara, él no se preocupaba sabia que las caras, las acciones y la salida eran parte del juego. La siguió como siempre lo hacía, sin que ella lo viera, caminaron por la calle hasta el metro ella se bajó en petare y el la siguió. Ella subió una de las tantas escaleras que suben a la civilización de cartón a la que tanta gente había subido antes y cuando por fin estuvieron solos la apuñalo. La vida se fue de sus ojos, como siempre, ella cayó al suelo, como siempre y dejo de moverse, como siempre. El volvió al metro y fue a su casa. Al día siguiente volvería a buscarla en el mismo sitio, como siempre