-“La
noche es oscura y está llena de terrores”- George RR Martin
La
noche caraqueña se ha vuelto una criatura peligrosa. Caminar sus calles después
de la caída del sol tiene más en común con un juego de ruleta rusa que con un
típico retorno al hogar.
Por
lo tanto, tomar la decisión de salir caminando de la Universidad Central de
Venezuela (UCV), donde estudio Comunicación Social en el turno de la noche, sin
usar el transporte que amablemente me ofrecen, no fue fácil ni inteligente.
Después de todo, el turno nocturno de la universidad no debería ser un peligro,
pues cientos de estudiantes dependen del mismo para poder cursar sus materias y
obtener el añorado título que los certifique como profesionales.
Es
bueno confesar que, en el fondo, a pesar de las experiencias ganadas como
estudiante de la UCV, soy un “joven del Este
de Caracas” y,
aunque parezca peyorativo, es cierto. Si
bien he hecho el trabajo de conocer mi ciudad, y probablemente mis fronteras
sean más amplias que la mayoría de quienes están en mi posición, le tengo un
respeto comprensible a los peligros de la noche caraqueña.
Al
salir de la clase de Fotografía, lo primero que
noto es la soledad de los alrededores. Apartando al grupo de estudiantes de la Escuela
de Antropología, que está en el edificio de al
lado, y un pequeño grupo parado cerca de la cancha de fútbol que está cerca de
la salida de la Universidad, no hay nadie a los alrededores.
Converso
con Alex, una compañera que va en la misma dirección que yo. Decidimos caminar
hacia la estación de Metro de Ciudad Universitaria. Hacemos un recorrido mental:
el pasillo largo que pasa frente al comedor, la Facultad de Humanidades y
Educación y el edificio de Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES). Es
un camino peligroso, pero menos que el puente
que conecta la universidad de Plaza Venezuela, al menos en su experiencia, y no
me siento en posición de discutir.
La Universidad
en la noche ya no parece la obra arquitectónica de Carlos Raúl Villanueva. Los
bombillos faltantes y la soledad hacen que la oscuridad tome fuerza, lo de
“Casa que vence a las sombras” se vuelve algo irónico. Apuramos el paso,
después de todo, en la última semana ya van dos robos en la Escuela de Historia y uno en los
alrededores del comedor. Apurados llegamos a la salida que de las Tres Gracias,
plaza que une cruzamos la plaza de las tres gracias sin incidentes pero con el
cansancio de alguien que se siente perseguido.
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Estoy en mi casa escribiendo estas
líneas. La verdad es que salir desde la Universidad a pie no debe parecer gran
cosa para aquellos que vuelven a su hogar en trasporte público a diario, pero
para mi familia fue toda una aventura y 10 llamadas de mi mamá en el celular lo
demuestran
No me doy cuenta de mi suerte hasta
que me comentan por un mensaje al celular que robaron alguien en la escuela de
Historia, lo que nos lleva a un total de tres en la semana. La descripción del
robo en su Facebook es tan típica que ya parece un cliché, es casi rutina para
todos los involucrados, como si estuviese ensayado: Dos hombres en una moto, un
arma de fuego, una orden que ella no puede describir del todo bien, un arrebato
de celular, la moto acelera, la obra concluye, lágrimas.
Los comentarios que dejan sus amigos
y familiares para intentar darle consuelo a mí ya solo me generan impotencia:
“Pero, ¿estás bien?, “Lo Material se recupera” y el clásico “Lo importante es
que no te paso nada”
Comento un simple “Que arrechera”
otro cliché, y paso por Google. Según El Nacional en octubre ingresaron
alrededor de 500 cadáveres a la Morgue de Bello monte por crímenes violentos,
trago grueso y agradezco mi suerte de esta noche y, como todo caraqueño, me voy
a dormir esperando que la misma me acompañe al día siguiente.