miércoles, 9 de noviembre de 2016

Caiga la Noche


-“La noche es oscura y está llena de terrores”- George RR Martin

La noche caraqueña se ha vuelto una criatura peligrosa. Caminar sus calles después de la caída del sol tiene más en común con un juego de ruleta rusa que con un típico retorno al hogar.

Por lo tanto, tomar la decisión de salir caminando de la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde estudio Comunicación Social en el turno de la noche, sin usar el transporte que amablemente me ofrecen, no fue fácil ni inteligente. Después de todo, el turno nocturno de la universidad no debería ser un peligro, pues cientos de estudiantes dependen del mismo para poder cursar sus materias y obtener el añorado título que los certifique como profesionales.

Es bueno confesar que, en el fondo, a pesar de las experiencias ganadas como estudiante de la UCV, soy un “joven del Este de Caracas”  y, aunque parezca peyorativo, es cierto. Si bien he hecho el trabajo de conocer mi ciudad, y probablemente mis fronteras sean más amplias que la mayoría de quienes están en mi posición, le tengo un respeto comprensible a los peligros de la noche caraqueña.

Al salir de la clase de Fotografía, lo primero que noto es la soledad de los alrededores. Apartando al grupo de estudiantes de la Escuela de Antropología, que está en el edificio de al lado, y un pequeño grupo parado cerca de la cancha de fútbol que está cerca de la salida de la Universidad, no hay nadie a los alrededores.

Converso con Alex, una compañera que va en la misma dirección que yo. Decidimos caminar hacia la estación de Metro de Ciudad Universitaria. Hacemos un recorrido mental: el pasillo largo que pasa frente al comedor, la Facultad de Humanidades y Educación y el edificio de Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (FACES). Es un camino peligroso, pero menos que el puente que conecta la universidad de Plaza Venezuela, al menos en su experiencia, y no me siento en posición de discutir.

            La Universidad en la noche ya no parece la obra arquitectónica de Carlos Raúl Villanueva. Los bombillos faltantes y la soledad hacen que la oscuridad tome fuerza, lo de “Casa que vence a las sombras” se vuelve algo irónico. Apuramos el paso, después de todo, en la última semana ya van dos robos en la Escuela de Historia y uno en los alrededores del comedor. Apurados llegamos a la salida que de las Tres Gracias, plaza que une cruzamos la plaza de las tres gracias sin incidentes pero con el cansancio de alguien que se siente perseguido.

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            Estoy en mi casa escribiendo estas líneas. La verdad es que salir desde la Universidad a pie no debe parecer gran cosa para aquellos que vuelven a su hogar en trasporte público a diario, pero para mi familia fue toda una aventura y 10 llamadas de mi mamá en el celular lo demuestran

            No me doy cuenta de mi suerte hasta que me comentan por un mensaje al celular que robaron alguien en la escuela de Historia, lo que nos lleva a un total de tres en la semana. La descripción del robo en su Facebook es tan típica que ya parece un cliché, es casi rutina para todos los involucrados, como si estuviese ensayado: Dos hombres en una moto, un arma de fuego, una orden que ella no puede describir del todo bien, un arrebato de celular, la moto acelera, la obra concluye, lágrimas.

            Los comentarios que dejan sus amigos y familiares para intentar darle consuelo a mí ya solo me generan impotencia: “Pero, ¿estás bien?, “Lo Material se recupera” y el clásico “Lo importante es que no te paso nada”


            Comento un simple “Que arrechera” otro cliché, y paso por Google. Según El Nacional en octubre ingresaron alrededor de 500 cadáveres a la Morgue de Bello monte por crímenes violentos, trago grueso y agradezco mi suerte de esta noche y, como todo caraqueño, me voy a dormir esperando que la misma me acompañe al día siguiente.

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