Entró al edificio y encontró a su amor, sentada donde siempre pero diferente. No era
sorpresa, siempre entraba a buscarla al Sambil y siempre era diferente lo
importante era conseguirla en su banco. Él iba todo los días a la misma hora a
veces estaba allí hoy estaba. Su cabello era rojo y no negro como el día
anterior, su piel era más oscura que hace 2 semanas, sus ojos eran amarillos y
no negros como hace meses. Por supuesto que era diferente, ese era su juego y
sabía que ella lo disfrutaba tanto como el, pues seguía yendo a sentarse en
aquel banco, si a veces dudaba y no iba pero al final siempre volvía. Era su
estilo particular de amarse.
Por
fin ella se paró, él había estado viéndola por un rato. Ella había hablado por
teléfono con alguien y se había parado con mala cara, él no se preocupaba sabia que las caras, las acciones y la salida eran parte del juego. La siguió como siempre
lo hacía, sin que ella lo viera, caminaron por la calle hasta el metro ella se
bajó en petare y el la siguió. Ella subió una de las tantas escaleras que suben
a la civilización de cartón a la que tanta gente había subido antes y cuando
por fin estuvieron solos la apuñalo. La vida se fue de sus ojos, como siempre,
ella cayó al suelo, como siempre y dejo de moverse, como siempre. El volvió al
metro y fue a su casa. Al día siguiente volvería a buscarla en el mismo sitio,
como siempre
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